jueves, 12 de julio de 2007

Valparaíso y su Cielo Perdido


Es imposible mirar el cielo en Valparaíso, esta ciudad con alardes de patrimonio de la humanidad e icono cultural nos cierra la posibilidad de mirar al cielo. Al mirar para arriba podemos apreciar en toda su magnitud las magnificas construcciones creadas por hombres con una visión superior: John Brown con la Ex-Aduana, William Jenkins con el Hotel Colón, Carlos F. Claussen con la Bolsa de Valores y el Palacio Lyon, Otto Anwandter con la antigua fabrica de chocolates Hucke Hnos., John Stevenson con el edificio de La Armada y Renato Schiavon con el Palacio Baburizza, entre otros muchos, representaron con sus obras el espíritu de un pueblo que intentaba colocarse a la vanguardia cultural y comercial de su época. Tal variedad de nacionalidades, estadounidenses, ingleses, alemanes, italianos, franceses, etc., representa el carácter cosmopolita de una ciudad creada para mirar hacia arriba en todos sus aspectos.
Como parte de su decadencia, la ciudad terminó mirando al suelo (probablemente justificada con el eufemismo de poner los pies en la tierra). Así la preocupación de las autoridades y los ciudadanos se centró en el pavimento, ya no volvieron a mirar hacia lo alto. Alcaldes vitalicios permitieron que el cielo se llenara de cables de teléfonos, postes eléctricos, banda ancha y hasta ropa tendida al sol, y que en las calles cada vez más estrechas y mal pavimentadas, reinaran los automóviles y los vendedores ambulantes obstaculizando el paso de los peatones ahora preocupados de no ser atropellados. Sin embargo, recordemos que los vehículos solo pasan; los que vivimos el día a día tenemos el derecho a mirar para arriba.
¿Cómo se explica este culto por la fealdad? Probablemente el costo de transportar esos kilómetros de cables bajo el suelo resulte demasiado oneroso para las empresas, otra explicación es el orgullo que terminaron profesando los porteños ante sus cables colgados. De tanto verlos se acostumbraron y enamoraron, parecido al amor dado al Wanders. La cantidad de locales decadentes ubicados en el plano de la ciudad absorbieron el buen gusto de los Porteños, no se como llego a suceder algo así, pero es real. No existe otra explicación para gente que convive con la basura balanceándose sobre sus cabezas sin percatarse o molestarse.
Sin mirar para arriba, o hacia cualquier otra dimensión se limita el poder de la imaginación, de las ideas y la creatividad. Se quedan, por tanto, las personas limitadas a un plano que no tendra mas perspectiva o sueño que el pagar la tarjeta Ripley sin atraso.

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